Este fin de semana otra persona me preguntó que hago para
que los niños lean. Porque, me dicen, “a
los niños no les gusta leer.” Dependiendo
de en qué país estoy y de qué nivel económico y cultural procede la persona que
me lo dice, mi respuesta normalmente varía. Pero para la mayoría de la
población de Perú mi respuesta es la misma:
“Eso no es verdad. Los niños en Perú no leen porque no
tienen acceso gratuito a libros, no porque no les gusta leer.”

Pocos colegios tienen bibliotecas escolares, y las que sí
existen a menudo no invitan a la lectura: están relegados a rincones oscuros y
los libros son mayormente libros de texto, estudio o de referencia, (no
adecuados para la animación y disfrute de la lectura), y a veces hasta siguen
embalados. Tampoco los profesores han recibido mucha formación en la animación
a la lectura, o temas de bibliotecas. Por eso colaboro con el ReCreo y su proyecto Un millón de niños lectores, dedicados a implementar bibliotecas escolares que si animan a la lectura, y conseguir que sea una prioridad para el Ministerio de Educación.

En Lima, una ciudad de más de 8 millones de personas, solo
hay 50 bibliotecas municipales. Son pequeñas
en comparación con las bibliotecas a las cuales estamos acostumbrados en los
países del primer mundo; los espacios son oscuros con colores, materiales y
muebles de otras épocas; los libros van desde desfasados hasta realmente viejos;
están almacenados detrás de una ventilla
dónde el lector tiene que pedir el libro que quiere por título y autor; los “monitores”, o guardianes de los libros, en
muchas ocasiones tienen poco conocimiento literario para poder ayudar al
usuario. La mayoría de estas bibliotecas municipales tampoco ofrece el servicio
de préstamo para casa - tienen miedo del robo del libro. Me pregunto por qué
nadie se plantea hacer una campaña de sensibilización para que avance la
población y comprenda el beneficio del préstamo en vez del robo de un libro. Las
bibliotecas son almacenes de libros – no tienen nada que ver con las
bibliotecas que animan y motivan a la lectura de la población en general. ¿Cómo
quieren que la gente lea?
Aunque tengo que reconocer que algunas de las bibliotecas en
los distritos más favorecidos han prestado más atención al tema infantil y han
decorado una zona con colores alegres, mesas y sillas para niños, estanterías
bajas y abiertas con libros infantiles y álbumes ilustrados para que los niños
los puedan leer. Pero la cantidad y variedad de libros es deficiente para la
demanda potencial de los niños en su distrito. Y por supuesto en muchas zonas
más marginadas, dónde la necesidad es mayor, no existe nada por estilo. Nueve
distritos tienen bibliobuses, que fueron regalos del gobierno de España hace 10
años, es decir antes de la crisis, y que funcionan bastante bien. Su
presupuesto alcanza el personal necesario para llevar el programa, pero no hay
presupuesto para comprar nuevos libros. Los pocos libros que consiguen son
donados – este el caso de la mayoría de las bibliotecas que he visitado.
Algunos de los bibliobuses ofrecen préstamos
para casa y otros no, pero para realmente llegar a todas
las
zonas necesarias Lima tendría que tener decenas más de ellos.
Las casas también carecen de libros, bien por falta de
recursos económicos, o bien por falta de conocimiento y costumbre por parte de
los padres. Los álbumes ilustrados que realmente invitan a que los niños los
lean (los que estamos acostumbrados a tener en bibliotecas, escuelas y casas en
Europa o Norte America) son caros para
la economía de más de la mitad de la población, y la mayoría de los libros que
sí están a su alcance ofrecen una calidad pobre, tanto en materiales como en
contenido. Así que los niños tampoco tienen libros en sus casas. ¿Cómo sabemos
si les gusta leer o no?
También trabajo, (de forma voluntaria) en el cercado de Lima,
con el programa Lima Lee, y por
iniciativa privada en unos asentamientos
humanos en El Agustino. Llego con libros para compartir;
mi pasión por la lectura; y mis años de
experiencia leyendo con niños, y lo que yo encuentro son niños con mucho deseo
de tener un libro en sus manos y disfrutar de ello. Les llaman la atención los
títulos, las ilustraciones, los colores. Les mantienen la atención las
historias, los personajes, los mundos nuevos que descubren. Pero si el
contenido no les cautiva, buscan otro que les guste más, y luego se sienten y
lo devoran. Así es como debe de ser, que haya una variedad para que cada niño y
niña encuentre libros que se adecuen a su nivel de lectura y su interés
personal.


Después de leerles uno o dos cuentos en voz alta, o ayudar a
alguien encontrar un libro apropiado a su nivel de lectura, o escuchar a un
nuevo lector leer un cuento para mí en voz alta, (orgulloso de su nueva
destreza), me lleno de alegría cuando miro por las mesas y me doy cuenta de que
los niños no me necesitan. Están leyendo para si mismos, o para sus hermanitos,
o compartiendo una historia con una amiga - y así lo prefiero. Porque al fin y
a cabo esa es la meta que todos buscamos: que los niños lean por si mismos: por
gusto; porque quieren;
porque tienen
libros disponibles y adecuados por su edad - en fin por el puro placer de la
lectura.
Si señores, a los niños de Lima les gusta leer, a algunos
les encanta leer, y cuando tienen acceso a libros que les llama atención,
aprendan más fácilmente a leer y comprender lo que leen disfrutando con ello.
Entonces, ¿cómo consigo que los niños lean? Primero, dándoles acceso gratuito a
libros. Pero eso debe ser prioridad y labor de las áreas de cultura y educación
de Perú, con la prioridad y el presupuesto
adecuados para un país que pretende progresar hacía el primer mundo.